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El azar decidió no borrar los pasos de un insecto sobre el fango hace 300 millones de años. Un regalo para los científicos que estudian la evolución de los insectos.
Redacción
Como describen Kneck y sus colaboradores hoy en PNAS, la conservación de la huella es una lotería de la naturaleza. «El sustrato debía estar lo bastante saturado para grabar los rasgos de forma tan detallada, pero no sobre-saturado hasta el punto de que se rellenara tras la partida —del insecto—». La llanura donde esto ocurrió tenía el punto justo de humedad, «que se drenaba rápidamente después de la inundación, pero que estaba lo suficientemente húmeda para no causar una desecación destructiva», escriben los autores.
Además del récord de antigüedad, el hallazgo aporta nuevos datos sobre la evolución de los insectos: es una de las escasas muestras de artrópodos voladores de su época, el Carbonífero, en el Paleozoico. Aunque en la huella no hay alas, los autores aseguran que su presencia es clara por la anatomía del animal, que probablemente mantuvo esos apéndices por encima de la superficie. Esto y la morfología hacen concluir a los científicos que se trataba de algo similar a una efímera, insectos acuáticos que hoy cuentan con más de 3.000 especies distribuidas por todo el mundo. Su nombre hace referencia a que muchas viven menos de un día. En el fósil hallado por Kneck, ese día ha pervivido 300 millones de años.
Visto en Diario Público.
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