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Misioneros

Publicado por Ismael

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«Recuerdo los fines de semana de catequesis cuando era niño. A veces nos llevaban de acampada, otras de excursión, pero siempre acababan igual. Nos ponían unas diapositivas sobre las misiones católicas o, en ocasiones especiales, uno de los voluntarios venía a visitarnos y a darnos una charla.

Por aquel entonces todo era como una fiesta. Nos daban una charla y nos enseñaban unas fotos donde chavales sudaneses parecían pasárselo en grande con los misioneros. Siempre salía un cura en negro inmaculado rodeado de niños harapientos. Luego nos daban patatas fritas y refrescos, cantábamos, nos reíamos. La imagen perfecta del marketing católico.

Qué bonito era todo para un crío de siete años. La verdad era mucho más dura. Mientras una persona narraba las bondades de las misiones en el tercer mundo, las imágenes mostraban a niños con biblias, crucifijos a la puerta de las escuelas e incluso iglesias en poblados donde apenas tenían agua.

Nunca nos contaron qué clase de educación se impartía a aquellos chavales pero se podía intuir. Muchos nos preguntábamos dónde iban a parar los libros y tebeos que enviábamos a las misiones, si sólo veíamos biblias en las fotografías. ¿Y los balones? ¿Y los juguetes? Éramos niños y nos hubiésemos sentido satisfechos al ver que alguien disfrutaba con nuestros regalos.

Tuvimos que crecer para darnos cuenta de lo injusto que era que instalasen dos depuradoras diésel y, al mismo tiempo, construyesen una capilla en medio del poblado. Las cruces estaban por todas partes, pero lo único que esa gente se llevaba a la boca era arroz. Extraño. Compartíamos nuestra fe con esos niños y por ello creíamos que éramos hermanos, pero al acabar la función nosotros engordábamos con aperitivos grasientos y bebidas azucaradas.

Sí, tuvimos que crecer para darnos cuenta de que algo estaba fallando, de que todo era una pantomima, de que los misioneros no daban duros a dos pesetas.»

Leído en Ocurrencias habituales.

«Es más valioso viajar a África para ayudar a la gente porque te concierne su sufrimiento que hacerlo porque piensas que el creador del universo quiere que lo hagas, que te recompensará por hacerlo, o que te castigará por no hacerlo.» —Sam Harris

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