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¿Es posible clonar un mamut con la tecnología y los restos actuales de la especie? ¿O se trata de la típica fácil afirmación para conseguir publicidad en los medios? La más mínima posibilidad de recuperar una especie que fue compañera en el planeta de los primeros días de la nuestra resulta desde luego muy atractiva.
Nuño Domínguez
El 13 de enero, Iritani aseguró al diario Yomiuri Shimbun que su equipo podrá clonar un mamut en cinco o seis años. Lo hará con una técnica similar a la que se usó para crear a la oveja Dolly en 1996 y que en este caso resucitaría una especie extinta, el mamut lanudo —Mammuthus primigenius—. Iritani detalló que usará óvulos de elefante y una madre de esa especie para llevar en su seno al clon. La noticia dio la vuelta al mundo en una espiral de misterio que casi nadie se preocupó en aclarar.
«No es difícil obtener un embrión de mamut clonado», dice Iritani
«Es la típica mierda que sale a la luz cada dos años para atraer atención», opina Michi Hofreiter, experto en ADN fósil de la Universidad de York —Reino Unido—. La posible obtención de un mamut vivo a partir de su ADN no ha sido hasta ahora mucho más que un sueño. Al igual que Hofreiter, la mayoría de expertos asegura que es imposible recobrar suficiente ADN como para lograr una cría. Pero también reconocen entre dientes que, si se lograse obtener ese material, la hazaña es técnicamente posible.
Uno de los mayores obstáculos es extraer el núcleo intacto de una célula de mamut, que contiene todo el genoma nuclear del animal. Es algo que muchos expertos creen imposible, pero Iritani proclama haberlo conseguido. Lo ha hecho, según explica a Público, a partir de aquellos trozos de hueso, médula ósea y músculo que logró en Siberia hace casi diez años.
«Hemos obtenido con éxito núcleos celulares», dice el investigador. «Luego intentamos transferirlos a óvulos de ratón, pero no funcionó, probablemente por la gran diferencia entre especies», señala. Ahora quiere hacer lo mismo con óvulos de elefantes, primos cercanos del mamut lanudo. Estos gigantes cubiertos de espeso pelaje y dotados de enormes colmillos de marfil desaparecieron al final de la última glaciación, hace unos 10.000 años. Nadie sabe si se debió al cambio climático o fue el hombre el que lo cazó hasta la extinción. El ADN de mamut, pero también las marcas del tiempo en sus colmillos y pelaje, son claves para entender qué sucedió, y ya han permitido obtener un borrador de su genoma. Pero, al igual que con los neandertales, del borrador al clon hay un abismo.
El artículo completo en Diario Público.
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