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La sensación de dolor, ese útil mecanismo con el que la evolución nos ha premiado para permitirnos detectar que algo funciona mal en nuestro cuerpo, se transmite por el mismo canal neuronal que las señales olfativas. Una extravagancia que los científicos sólo ahora empiezan a comprender.
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Ismael Valladolid
Todos conocemos perfectamente qué es el dolor. Se trata del mecanismo que utiliza el cerebro para dar a conocer al sistema nervioso que una zona de tu cuerpo está expuesta a una lesión. Esta señal dispara una serie de mecanismos con el objetivo de minimizar los daños. El dolor es por supuesto desagradable, pero su utilidad para los seres vivos es innegable. Sin dolor la vida apestaría. Lo cual se aparece como paradójico porque quienes tienen un defecto congénito que les impide sentir dolor, resulta que tampoco pueden oler nada.
Lo acaban de descubrir los investigadores. El ser humano utiliza el mismo canal de señalización en el cerebro tanto para sentir el dolor como para detectar los olores.
John Wood, del University College de Londres, ha puesto a prueba las habilidades olfativas de tres pacientes incapaces de sentir dolor. Tienen una mutación en el canal iónico de sus células sensoriales llamado Nav1.7 que envía señales dolorosas desde la piel hasta el cerebro. Es cuando ha averiguado que este canal también está activo durante la percepción del olfato. Son pacientes que carecen de este sentido.
«El resultado en humanos es evidente, no pueden oler» dice Frank Zufall de la Escuela de Medicina de la Universidad de Saarland en Alemania. Cuenta a LiveScience que «es un resultado sorprendente y completamente inesperado».
Para aprender cómo este Nav1.7 está relacionado con el olfato, Zufall y sus colegas han examinado las células del sistema olfativo humano, junto con ratones modificados genéticamente para carecer de este canal. Se han encontrado con que tanto en humanos como en ratones este canal funciona como un intérprete entre las células nasales y las cerebrales que interpretan los olores.
El canal transporta iones de sodio por las membranas de las células cerebrales, comunicándolas entre ellas. Los receptores nasales funcionan y detectan las partículas olorosas, pero esa sensación olfativa no llega al cerebro porque la cadena de señalización está rota. «La señal no atraviesa las sinápsis, así que el cerebro no recibe señales olfativas» explica Zufall.
Como humanos, no lo tenemos tan mal. Un ratón que no puede oler no puede alimentarse de niño ya que no puede encontrar a su madre. Aún si superan eso, no podrán ni evitar a los depredadores ni encontrar comida. «Es crítico para un ratón tener sentido del olfato» explica Zuffall. «En la naturaleza no podrían sobrevivir».
Se desconoce si la misma mutación podría afectar la capacidad de saborear los alimentos. El mismo canal Nav1.7 ha sido encontrado en células procesadoras de los sabores. Existe la posibilidad, pero Zufall aún no lo ha estudiado.
Dado que están comenzando a diseñarse medicamentos basados en el Nav1.7 para aliviar el dolor, es probable que nos encontremos con el efecto secundario de eliminar el sentido del olfato del paciente. Ahora nos deberíamos preguntar si por el buen vino tinto, un café recién hecho o el tabaco de pipa recién abierto, merece la pena sentir un poco de dolor.
Foto de Montse PB.
Muy interesante. Más investigación en este tema talvez pueda llegar a convencer a los que aún les quedan dudas de que los animales también sienten dolor (la capacidad de olfato misma puede llegar a considerarse más evidencia).