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Reducir el consumo de carne ahorraría a las naciones occidentales actuales decenas de miles de muertes, con el gasto médico asociado, y ayudaría también a combatir el cambio climático. Pero la obsesión por alargar la vida entra en demasiadas ocasiones en conflicto con mejorar la calidad de la misma.
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Las cifras se corresponden al Reino Unido. En total calculan que si los ciudadanos británicos no consumiesen carne más de dos o tres veces a la semana, se salvarían 45.000 vidas al año. Más de la mitad por causa de dolencias cardíacas e infartos, y hasta casi 10.000 por cáncer. Esto ahorraría más de un millón de libras a las arcas británicas, pero también ayudaría a combatir el cambio climático y la deforestación en Sudamerica. En este continente, se están echando a perder bosques enteros para alimentar ganado vacuno cuya carne es después exportada a Europa. Merece la pena recordar aquí también el descomunal gasto de agua potable necesario para la cría de este tipo de ganado.
Sabemos ya, desde luego, y sin necesidad de este informe, que un exceso de carne, en particular de carne procesada, es inconveniente para la salud, por su exceso en sal y en grasas saturadas. No es que se esté recomendando pasar a una dieta por completo vegetariana, pero sí a no exceder los 200 gramos a la semana, el equivalente a media salchicha al día. Se calcula que la ingesta semanal de carne en Europa sobrepasa el kilogramo por persona.
«No tenemos que hacernos vegetarianos para cuidarnos a nosotros mismos y a nuestro planeta, pero tenemos que empezar a prescindir de la carne» dice Craig Bennett, director de campañas de Friends of the Earth. «Los gobiernos ignoran el impacto ambiental del consumo de carne tan elevado, pero no pueden ignorar las vidas que podrían salvarse comiendo menos y mejor carne».
El profesor Steve Field, responsable de Medicina General en el Royal College, está de acuerdo en que «la gente no debería dejar de comer carne, pero sí debería comer menos, especialmente carne procesada, por su contenido en sal y en grasas saturadas, y comer más fruta y verduras».
Rachel Thompson gobierna la Fundación Mundial para la Investigación del Cáncer. La organización ya hubo publicado sobre el riesgo asociado al consumo excesivo de carne. Dice que «las cifras le dan importancia a lo que ya decíamos sobre la carne roja y procesada, que existen evidencias de que aumentan el riesgo de sufrir cáncer intestinal, el tercer tipo de cáncer más común en el Reino Unido. Recomendamos no comer más de 500 gramos de carne roja cocinada a la semana, y evitar en todo lo posible la carne procesada como el bacon o los embutidos».
Los productores de carne ya han criticado el informe. «La mayor parte de los consumidores ya siguen esas recomendaciones en cuanto al consumo de carne roja» dice Chris Lamb, representante de los productores de carne de cerdo en el Reino Unido. «Es demasiado simplista decir que cambiar sólo un elemento de nuestra dieta va a tener resultados tan dramáticos. La carne roja juega un papel muy valioso como parte de una dieta saludable y equilibrada».
Tiene por supuesto razón en esto. Cualquier biólogo identificará de inmediato al hombre como especie carnívora. Sus ojos están situados bajo la frente, y no en los laterales de la cara, como sucede en todos los hervíboros. Existen numerosos y buenos motivos para adoptar una dieta vegetariana, y no falta quien se siente más humano prescindiendo de alimentos cuya producción haya implicado en algún punto el sufrimiento de un animal. Me identifico con sentimientos así. Pero también es cierto que, cuanto más restringida es una dieta vegetariana, más suplementos artificiosos, por no decir artificiales, son necesarios para que resulte completamente equilibrada.
El problema cuando se intentan combatir los negacionismos aparece cuando surgen los afirmacionismos, igualmente poco rigurosos y generalmente igual de peligrosos. Jen Elford, de la Sociedad Vegetariana, reprocha a Friends of the Earth. «Para tratarse de una organización tan valiente, no entiendo por qué no han recomendado una dieta vegetariana. Por supuesto menos carne es mejor que más, pero no podremos manejar los problemas de salud y ambientales de nuestra sociedad actual sin prescindir por completo de las proteínas animales».
¿Querían sugerencias valientes? A mí se me ocurren algunas. Por ejemplo, la calidad de vida es tanto o más importante que la duración de la misma. ¿Qué tal si permitimos comer la carne que desee a quien disfruta de hacerlo y está dispuesto a vivir veinte años menos, con tal de que los que le queden en el planeta pueda consumir los alimentos que le hace feliz consumir? ¿Qué tal si legislamos de una vez la muerte asistida, para que nuestro estilo de vida no quede marcado por la previsión de sufrir debido al mismo una muerte más o menos dolorosa?
Foto de Procsilas Moscas.
Y no se trata sólo de salud personal (y seguridad social) y medio ambiente.
Epidemiológicamente hablando la cría de ganado tal y cómo se está llevando a cabo hoy en día es una barbaridad.
Holanda, mi país de residencia, es uno de los más densamente poblados y con una cabaña ganadera más importantes del continente, no ha pasado un año de los 5 que llevo aquí en el que no haya habido alguna forma de epidemia: Glosopeda, gripe aviar, la reciente fiebre Q.. . todas ellas acompañadas de sacrificios masivos y costes añadidos para el erario público.
El uso abusivo de antibióticos está últimamente en los titulares dado que está creando cepas resistentes de una gran variedad de microorganismos causantes de serios brote de infecciones intra-hospitalarias. Dichas cepas se están detectando cada vez más en carne envasada y ya han habido un par de casos confirmados de muertes por consumo o contacto y unos cuantos cientos de afectados convertidos en enfermos crónicos. Y eso por supuesto repercute una vez más en el erario público.
Y no olvidemos que la ganadería recibe de por sí unos importantes subsidios de la UE.
Es decir: Pagamos por su ganado, pagamos por sus desechos, pagamos por los problemas a nuestra salud causados por el exceso de carne, pagamos por su seguridad sanitaria y encima tenemos que pagar por la carne.
Y ni siquiera importa que seas consumidor responsable, vegano o lo que quieras, pagas igual para mantener artificialmente el negocio de terceras personas. ¿No se supone que estamos en la Economía de Mercado, el capitalismo, etc, etc, etc...? Pues ya va siendo hora de que se apliquen el cuento: Si tu empresa va mal, te jodes, es el mercado.
El especismo es una discriminación moral arbitraria, tal como lo es el racismo, el sexismo, etc.
Podemos vivir sanos y fuertes siendo veganos, respetando así a los demás animales sintientes.
Saludos,
David.