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Las referencias pop al Efecto Mariposa descrito por Edward Lorenz son ciencia de la mala, pero sirven como medida de cómo interpreta la ciencia el gran público. La gente espera de la investigación científica respuestas fáciles y precisas sobre el mundo en que vivimos. El trabajo de Lorenz nos enseña que en realidad con sus respuestas la ciencia nos abofetea con los límites de nuestro entendimiento.
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En raras ocasiones, un descubrimiento científico se incorpora de forma prácticamente inmediata al folklore popular. Para suceder algo así, cabría pensar que deben cumplirse al menos tres condiciones fundamentales. En primer lugar, el descubrimiento debe tener una relevancia tal como para trascender el ámbito de las publicaciones científicas. En segundo lugar, debe permitir que sus enunciados sean fácilmente y espectacularmente banalizados. Por último, el científico responsable debe ser acreedor del carisma suficiente como para, por ejemplo, figurar en una cuña del informativo de Piqueras sin que la audiencia se resienta.
Hay ejemplos muy populares.
Las consecuencias de la Teoría de la Evolución de Charles Darwin pronto quedaron reducidas a un contundente «el hombre desciende del mono». Poco importa que la realidad sea que «el hombre y el simio actual descienden de un antecesor común». Un ilustrador competente no necesita una gran imaginación para idear una especie a modo de eslabón perdido, con las suficientes similaridades pero también con las suficientes diferencias anatómicas tanto con el hombre como con el chimpancé y el bonobo. Pero esto no daría lugar a un eslogan tan directo. Por otra parte, si fuese habitual una interpretación razonablemente estricta de la teoría, muchos importantes elementos de la cultura popular del último siglo y medio se tambalearían. Los argumentos de las películas sobre Tarzán, por ejemplo.
O la celebradísima Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Se trata probablemente del único científico de la historia de un carisma más sobresaliente que el de muchas estrellas mediáticas, tanto en el deporte como en el arte y la cultura. En las recopilaciones de rostros famosos del siglo pasado raramente falta el de Einstein, junto al de John Lennon, Marilyn Monroe o John F. Kennedy. Einstein tuvo además el talento de resumir su teoría en una sencilla fórmula matemática tan susceptible de adornar una camiseta de algodón como la fotografía del Che Guevara de Korda. La dosis de banalización llega con la sentencia sobre que «todo es relativo». Es fácil malentender la teoría y sus consecuencias si se abraza dicha sentencia sin reservas. En realidad, la idea fuerza de la teoría es una que sugiere un enunciado contrario, y es que la velocidad de la luz es constante con independencia de la velocidad a la que se mueven relativamente el emisor y el observador de la misma. En un memorable ensayo, Ortega y Gasset ya avisaba de que Einstein en realidad estaba desactivando por completo con física el uso que de la idea del relativismo hubieron venido haciendo los filósofos del siglo diecinueve. La «relatividad» en realidad consagra el «absolutismo». Se trata sin duda de uno de las más magníficas reflexiones que ilustran la relación entre ciencia y filosofía que jamás se hayan escrito, y no dudo en recomendar una lectura muy atenta.
El tercer ejemplo es muy significativo. Se trata del famoso «efecto mariposa» descrito por Edward Lorenz, fallecido hace cerca de un año. Por una parte, no puede hablarse de carisma mediático. ¿Eras capaz de reconocer a Lorenz antes de leer este artículo? Yo desde luego no, antes de escribirlo. Me permito por lo tanto tanto incluir una fotografía como sugerir que no la utilices para hacerte una camiseta. Por otra parte, no puede presumirse de una relevancia científica comparable a la de los trabajos de Darwin y Einstein. Y sin embargo, probablemente ninguna otra idea científica ha capturado de una forma tan decisiva la imaginación popular durante el último medio siglo.
El concepto es el de que pequeños eventos pueden tener consecuencias planetarias. Por ejemplo, la microscópica perturbación en las corrientes de aire causada por el aleteo de una mariposa puede acabar provocando tiempo después un huracán en el otro lado del planeta. Trasladado a la cultura popular, el «efecto mariposa» se convierte en una metáfora de los acontecimientos insignificantes que alteran la historia y el destino de las personas. «Con Napoleón empezó todo. Si no fuese por él, no estaría aquí escribiendo estas palabras, ya que fue una de sus balas de cañón, disparadas en la guerra peninsular, la que arrancó el brazo a mi tatarabuelo, James Morris, alterando así el curso de la historia de mi familia.», contaba Desmond Morris en su autobiografía.
En 2004 se rodó una película titulada precisamente The Butterfly Effect protagonizada por Ashton Kutcher. Con suerte, alguno de tus amigos podría haberla visto y contártela, con lo que te ahorrarás tener que verla. El protagonista viaja en el tiempo y altera acontecimientos de su niñez con la intención de cambiar su presente. Sin embargo, lo que cambia por completo es la historia del mundo. En Havana, rodada en 1990, el personaje de Robert Redford, un jugador con grandes conocimientos matemáticos, cuenta que «una mariposa aletea sobre una florecilla en los campos de China, y esto causa un huracán en el Caribe. Se pueden incluso calcular las posibilidades».
Sin embargo, tal y como explica Peter Dizikes, «tomar prestada de esta forma la idea de Lorenz autoriza puntos de vista insospechados, que comparten un gran problema; la interpretan por completo al contrario. El significado del efecto mariposa no es que puedan calcularse tales conexiones, sino que es imposible. Proclamar que el aleteo de una mariposa causa una tormenta, después de todo, supone preguntarse, ¿podemos decir exactamente qué es lo que ha causado la tormenta, si el motivo es algo tan insignificante como una mariposa? El trabajo de Lorenz nos trajo una forma refrescante de pensar sobre causas y efectos, pero no nos dio ni una sola respuesta».
En 1961, Lorenz creó un programa de ordenador que simulaba condiciones climáticas. Un día cambió uno de entre doce números que representaban condiciones atmosféricas. Su valor era 0,506127 y él lo dejó en 0,506. Esta pequeña alteración cambió sin embargo drásticamente las previsiones meteorológicas a largo plazo, algo que Lorenz explicó en más detalle en su informe de 1972. En él Lorenz describía que los grandes efectos que eventos atmosféricos diminutos provocaban nos dejaban ante dos problemas. Uno práctico, la imposibilidad de previsiones meteorológicas enteramente precisas a largo plazo. Y otro filosófico, la imposibilidad de aislar causas específicas para los acontecimientos posteriores. Lorenz anota que el aleteo de una mariposa puede causar un tornado, pero también que es imposible saber qué habría sucedido en ausencia del aleteo.
Así pues, la lección es que el «efecto mariposa» funciona justo al contrario de como lo explica Redford; no se puede calcular en absoluto. Hay muchas mariposas en el mundo, y el huracán del Caribe lo puede haber provocado una mariposa en Bali, en Brasil o en Puebla de Sanabria. Lo explica Robert Devaney, «es imposible para los humanos medirlo todo con una precisión infinita y cualquier intento resultará en una solución incorrecta». Porque cuando las pequeñas imprecisiones son tan significativas, simplemente el mundo es un lugar impredecible.
Así, las referencias pop al «efecto mariposa» son ciencia de la mala pero sirven como medida de cómo interpreta la ciencia el gran público. Y es que hay realmente un cisma entre lo que la gente espera de la investigación científica, a saber, respuestas precisas pero a la vez fáciles sobre el mundo en el que vivimos, y el reino de incertidumbre en el que se ha convertido la ciencia moderna. Nos gusta imaginar que un «efecto mariposa» lo explica todo sobre nuestra vida, pero eso sólo expresa nuestro desmedido impulso a que la ciencia valide todas nuestras ideas. Queremos que el mundo sea comprensible, que todo ocurra por una razón y que seamos capaces de entenderlas todas. Pero la naturaleza desafía esta idea. Es la teoría de las probabilidades y no la de la causa y el efecto la que dicta la forma en la que los científicos entienden muchos sistemas, desde las partículas subatómicas a los huracanes. Gracias al «efecto mariposa» la gente ahora entiende que pequeños acontecimientos pueden dar grandes resultados. Pero se equivocan sobre cómo funciona la física. La gente quiere que todo tenga una causa, y no acepta que el mundo pueda ser aleatorio. La ciencia nos ayuda a entender el universo, y lo que Lorenz nos enseñó es que a veces lo hace abofeteándonos con los límites de nuestro entendimiento.
Mmm, vaya, no sé porque tengo la impresión de que estás completamente en lo correcto con respecto a la evolución y a la relatividad pero desencaminado con relación al efecto mariposa.
En mi experiencia, me parece que las personas lo entienden tal y como es, es decir, como lo propones en el post, nunca encontré a alguien que pensase que este enfoque de las cosas nos permitiera entender la complejidad de algunos sistemas, o los redujera a meros fenómenos unicausales.
FilosSofo, te mueves en mejores círculos que yo: no me sería difícil encontrar a gente que incluso adoraría a la mariposa por miedo a que aletee y provoque huracanes en plan ira de dios, jeje