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Cuanto más duradera es una pareja, más complicado podría ser el conocimiento de los gustos del otro miembro de la misma. Es el precio que hay que pagar por la fluidez en el funcionamiento de la relación y por la satisfacción obtenida de la misma.
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Cuanto más largo un matrimonio, más intenso y duradero es el amor, y también el compromiso. Pero también podría prosperar la ignorancia sobre la pareja. Un estudio dirigido por Benjamin Scheibehenne y Jutta Mata de la Universidad de Basilea, con la colaboración de Peter Todd de la Universidad de Indiana, sugiere que los miembros de matrimonios casados durante más de 40 años saben menos sobre las preferencias de sus parejas que aquellos que apenas llevan uno o dos años comprometidos.
«No es lo que esperábamos encontrarnos, pero la evidencia nos lleva a la hipótesis de que la precisión al predecir los gustos de la pareja va a menos durante el curso de una relación, a pesar de tener más tiempo y más oportunidades para aprender lo que al otro le gusta o le disgusta» dice Todd durante una visita a la Universidad de Basilea.
Recuerda uno irremediablemente a Homer Simpson regalándole a su querida Marge una bola para jugar a los bolos en su cumpleaños. Incluso con el nombre «Homer» grabado. En una relación a largo plazo, lo que acaba estando más presente para los miembros de la pareja son las similaridades. De ahí que irremediablemente se le acaben concediendo al otro preferencias que en realidad son propias. El hecho de que el compromiso esté asentado hace también que se preste menos atención, en tiempo y en esfuerzo, al aprendizaje de los gustos de la pareja.
El caso de los gustos en la cocina es especial. Con la edad, la percepción del gusto se degrada, de ahí que resulte cada vez más complicado en el tiempo hacerse con los gustos culinarios de la pareja. Tal y como en realidad sucede con los propios.
Los participantes en el estudio fueron reclutados en Berlín. Se les pidió dar una puntuación a las preferencias de su pareja en una escala del uno al cuatro, desde «no le gusta en absoluto» hasta «le gusta mucho». Se juzgaron desde 40 platos de cocina tomados de un sitio web, tanto la receta como fotografías del plato preparado; así como 40 películas de otra tienda online, disponibles en DVD pero ya no en salas de cine. Se utilizaron también 38 diseños para el hogar tomados de catálogos de mobiliario.
De media, los miembros de las parejas jóvenes predijeron las preferencias de su pareja con mayor precisión. Un 47 por ciento contra un 40 por ciento en el caso de los platos de cocina. La disparidad se conserva en el caso de las películas o de los diseños de mobiliario, si bien con una precisión inferior.
Hay que estar de acuerdo en que las cifras son en realidad similares. La cuestión es que habría cabido esperar en principio una mayor precisión al juzgar los gustos del otro en parejas duraderas.
Se manejan dos hipótesis para explicar el descubrimiento. Por una parte, las parejas que llevan largo tiempo unidas se hacen especialistas en el noble arte de la «mentira piadosa». Sirve desde luego para que la relación conserve la fluidez, pero también hace que la posibilidad de conocimiento mútuo quede de alguna forma diluida. Por otra parte, las parejas utilizadas para el estudio vienen de una generación en la que, ya de jóvenes, las posibilidades de conocer los gustos y las preferencias del otro sexo estaban en gran medida restringidas. Es algo que no sucede con las parejas jóvenes actuales.
A pesar de la desventaja a la hora de juzgar las preferencias de la pareja, lo que los matrimonios duraderos también declaran es una mayor satisfacción con sus relaciones. En este caso mucho mayor que las parejas jóvenes con las que se comparan. Menos interesante científicamente, pero en realidad lo que importa.
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