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Reconoce el autor haber seguido con bien poca pasión aquella polémica sobre las caricaturas de Mahoma. Pero sí sospechó desde el primer momento que tomar posición en aquel caso iba a servir para, con las vueltas que da el mundo, quedar retratado bien poco tiempo después.
En el diario ABC, territorio de liberales que aplaudieron en su día la publicación de las caricaturas, se aplaude ahora el secuestro de la edición de El Jueves —«plénamente ajustada a Derecho»—.
Teme el autor que éste sea el tipo de cosas que, hechas sin cuidado, terminen sacando a España por la fuerza del Primer Mundo. Hablamos de un país que vuelve a tener presos políticos o donde pasa a ser tema de primera línea política ponerle letra al himno nacional —cuando en realidad ya la tenía—. Es como que España vuelve a sentirse en su sitio siendo cutre.
En el otro extremo, por supuesto, están los de El Jueves. Es deseable e incluso debería ser obligatorio que un humorista realice su profesión explorando permanentemente los límites de la libertad de expresión. Solo que más vale que entonces el chiste sea bueno. Que mejor sea el chiste cuanto más en los límites se pretenda estar. Seas El Jueves o seas Dieudonne. Y en este caso el chiste, con su gracejo, tampoco era lo que se dice la hostia. Citando a la sabiduría popular anglosajona: «For such a travel, such big saddlebags weren't needed.»
Todo lo dicho, motivo para añorar y mucho a Gila.
«Que hable valenciano deprisa, como la abuela.»
lmhHumor
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