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El Mossad israelí y el doble rasero occidental

Publicado por Ismael

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Seumas Milne

mossad


«Lo que nos enseña la historia colonial es que las campañas para descabezar los movimientos de resistencia nacional no funcionan sino que, si el movimiento tiene raíces en la sociedad, otros dirigentes u organizaciones toman su lugar.»

Imaginemos por un momento cuál sería la reacción si se creyera de modo casi generalizado que los servicios de inteligencia iraníes han asesinado a un dirigente de una de las organizaciones que luchan contra el gobierno de Teherán en un estado amigo de Occidente. Consideremos luego cómo podría responder Gran Bretaña, y no digamos los Estados Unidos, si los asesinos hubieran llevado a cabo la operación utilizando pasaportes falsos o robados de ciudadanos de cuatro estados europeos, entre ellos Gran Bretaña, con doble nacionalidad iraní.

Podemos estar seguros de que habría desencadenado una tormenta internacional de envergadura y estentóreas declaraciones sobre la amenaza del terrorismo de patrocinio estatal, y tal vez un debate en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con la exigencia de sanciones más severas contra una república islámica cada vez más peligrosa.

Pongamos Israel donde dice Irán, y tendremos que la primera de esa hipótesis es justamente lo que acaeció en Dubai el mes pasado. Un alto cargo de Hamás, Mahmud Mabhuh, fue asesinado en la habitación de su hotel en lo que desde un principio se asumió de forma extendida que ha sido una operación del servicio de inteligencia israelí, el Mossad. No ha pasado un mes y la intensa sospecha se ha convertido en el equivalente de una certeza tras revelarse que el equipo que llevó a cabo el golpe utilizó las identidades de los pasaportes de seis británicos con doble nacionalidad y que viven actualmente en Israel.

Sólo que en lugar de poner en marcha la reacción diplomática, el gobierno británico se quedó sentado durante casi una semana después de que, según se informa, se supieran detalles del abuso cometido con los pasaportes. Y si bien el Foreign Office —Ministerio de Exteriores británico— convocó finalmente al embajador israelí para «compartir información», en vez de protestar, ayer Gordon Brown sólo pudo prometer «una investigación completa».

En paralelo a tan lánguida respuesta oficial, la mayoría de los medios británicos ha tratado el asesinato como una trepidante historia de espionaje, más que como un sangriento escándalo que ha sometido a ciudadanos británicos a un riesgo mayor asociándolos a las escuadras de la muerte del Mossad. «Un golpe audaz», proclamaba entusiasta el Daily Mail, mientras el Times se deleitaba en un ataque que a nada se asemejaba tanto como a un «misterioso asesinato bien tramado».

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