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Starhawk
He estado escuchando las noticias durante los últimos días acerca del asunto de John Edwards, masticándolas sin descanso, y haciéndome esta pregunta:
«¿No tenemos vidas? ¿De verdad andamos tan hambrientos de humillación y dramas personales como para considerar esto una noticia interesante?»
En el poder, tenemos un presidente que repetidamente nos mintió para embarcarnos en una guerra ilegal que ha costado miles de vidas americanas, cientos de miles de vidas iraquíes, y que ha resultado una sangría para nuestra economía, para los recursos que necesitamos para cuidar a nuestra propia gente. Uno de sus principales consejeros desafía a la ley y se niega a testificar en frente del Congreso. Miles de compatriotas están viendo embargadas sus casas. Nos enfrentamos a la catástrofe ambiental, económica y humana del cambio climático.
¿Por qué nos obsesiona entonces de esta forma la vida sexual de los políticos?
La noticia es esta; el poder es sexy. El hombre con poder —también la mujer, aunque funciona de forma un poco diferente— resulta muy atractivo, y actúa en consecuencia. Los políticos lo hacen. Los gurús lo hacen. Evangelistas de la tele, shamans de la nueva era, sacerdotes, príncipes, todos lo hacen. Los demócratas lo hacen, incluso los republicanos lo hacen, aunque parezca que a los demócratas les pillan más a menudo.
¿Deberían hacerlo? Podrías pensar que cualquiera bajo el ojo público debería ser lo suficientemente listo estos días como para mantener sus pantalones abrochados. Pero el sistema límbico tiene esta tendencia a pasar por delante del lóbulo frontal. Si no lo hiciera, si nuestros padres hubieran realmente pensado en las consecuencias de sus acciones, en levantarse de noche a alimentarnos, o en pagar esas facturas por nuestros colegios, la mayor parte de nosotros no estaríamos aquí.
Desde una perspectiva pagana, tendemos a pensar que el sexo es bueno. Es una fuerza primaria, poderosa, que nos pone en contacto con las bondades más profundas de la existencia. Es también un lugar donde dejamos ver nuestra vulnerabilidad, nuestras heridas más profundas. Por eso deberíamos tratarnos siempre los unos a los otros con ternura y respeto.
La moralidad pagana no va de con quién duermes, sino más bien sobre «¿actúas con integridad, compasión, amabilidad y cariño hacia todos los que te rodean? Si cometes errores ¿los reconoces e intentas resolverlos?»
Si reconoces un error, y haces algo por resolverlo, depende ahora de la persona a quien has herido perdonarte. No recomiendo perdonar a alguien que no demuestra remordimientos ni hace nada por cambiar su comportamiento. Pero si una persona se demuestra realmente deseosa de cambiar, merece una oportunidad para reconstruir la confianza.
El rol de la comunidad debería ser apoyar a la gente en sus esfuerzos para alimentar y mantener sus relaciones. Y para cicatrizar, si es necesario. A veces el mayor apoyo, lo más moral que podemos hacer por alguien es simplemente dejarle en paz.
Parece que el señor y la señora Edwards han solucionado lo suyo. En cualquier caso, ya tengo en mi propia vida las suficientes cosas sobre las que prestar atención. Y si necesito un poco de drama, tengo Mujeres Desesperadas en DVD.
Visto en On Faith. Foto de GraniteGrok.
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