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Nuño Domínguez
Como en la película de dibujos animados, los animales de carne y hueso llegaron flotando a Madagascar, pero, en este caso, hace millones de años y en balsas naturales. Así lo hicieron los antepasados de los lémures, zorros voladores y mangostas únicas en el mundo que pueblan la isla. Estos animales eran muy diferentes a los de hoy y, una vez llegados desde las costas de África, evolucionaron de forma independiente durante millones de años hasta componer la fauna única que hoy habita el país. Así lo explica hoy un estudio en Nature que ha reconstruido el clima sofocante y tormentoso del Eoceno que propició la llegada de sucesivas olas colonizadoras a la isla.
Cuando, hace casi 70 años, el paleontólogo estadounidense George Gaylord Simpson propuso que los animales llegaron a Madagascar a bordo de amasijos de troncos y vegetación desde África, muchos le criticaron. Estaban de acuerdo en que los ancestros de los lémures o los zorros voladores nacieron en África, pero mantenían que llegaron allí a pie, pues entonces existía un brazo de tierra que unía el continente con Madagascar, que lleva siendo una isla 120 millones de años. También coincidían en el orden de llegada: primero los lémures, luego los tenrecs, unos 10 millones de años después y, por último, otros animales carnívoros y pequeños roedores.
La teoría de Simpson se ha hecho cada vez más fuerte. Es la única que explicaría porqué en Madagascar sólo viven animales pequeños y ligeros, pero no antílopes o incluso elefantes que también habitaban las costas de África hace 65 millones de años, cuando llegaron las primeras expediciones.
El único impedimento para que la teoría cuadrase del todo eran las corrientes entre ambas costas. Hoy en día, las aguas del océano Índico en la zona se dirigen hacia el sur y no hacia el este, lo que hace imposible el viaje. Pero el nuevo estudio, que ha utilizado los mismos modelos climáticos que se usan para investigar el calentamiento global actual, señalan que la situación era muy diferente cuando comenzó el éxodo.
La Tierra vivía entonces uno de los peores calentamientos globales que han sucedido nunca. Además, África y Madagascar estaban más de 1.500 kilómetros más al sur que hoy. Cuando los responsables del estudio, de las universidades Rutgers —EEUU— y de Hong Kong —China—, introdujeron estos y otros datos en el programa informático, este les devolvió unas fuertes corrientes en dirección este de hasta 10 centímetros por segundo que hacían el viaje más que factible.
Según los cálculos del estudio, las diferentes oleadas colonizadoras llegaron desde Mozambique y Tanzania en menos de un mes. No pudieron ser muchas, pues las corrientes eran muy ocasionales y debían coincidir con una tormenta con suficiente fuerza como para arrancar de la costa o la orilla de un río las «islas flotantes» de vegetación que sirvieron de transporte a los animales.
Después, hace unos 20 millones de años, las condiciones cambiaron y las corrientes propicias desaparecieron, dejando a los nuevos habitantes en una situación excepcional para convertirse en las especies únicas —y amenazadas— que son hoy.
Visto en Público.es
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