La media hostia ahora es Scientia Futura

La ciencia ya no está bajo control

Publicado por Ismael

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Martin Rees es presidente de la Royal Society, profesor de cosmología y astrofísica y maestro del Trinity College de Cambridge. El artículo es parte del libro What is your dangerous idea? de John Brockman. Para Brockman, una nueva idea de un científico no es peligrosa porque asumamos de antemano que es falsa sino porque, por el contrario, podría resultar ser cierta.

Martin Rees

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Las encuestas de opinión pública, al menos en el Reino Unido, mientras que revelan una actitud hacia la ciencia generalmente positiva, también sugieren una extendida preocupación, la de que «ya no está bajo control». Es una idea peligrosa porque podría auto cumplirse.

En el siglo veintiuno, la tecnología cambiará el mundo más rápido que nunca. El entorno global, nuestro estilo de vida, incluso la propia naturaleza humana. La ciencia nos da más poder que a cualquier generación anterior. La ciencia nos ofrece un potencial inmenso, especialmente para los países en desarrollo. Pero podría haber inconvenientes catastróficos. Vivimos en el primer siglo en el que el mayor peligro lo suponen las acciones humanas y no la naturaleza.

Casi cada descubrimiento científico tiene un potencial maligno así como beneficioso. Sus aplicaciones pueden canalizarse de cualquiera de las dos formas dependiendo de nuestras elecciones personales y políticas. No podemos aceptar los beneficios sin enfrentarnos a los riesgos. Las decisiones que hacemos, individual y colectivamente, determinarán si el resultado de la ciencia del siglo veintiuno va a ser benigna o devastadora.

Pero existe el peligro de que en ligar de hacer una enérgica campaña por una política óptima, caigamos en la inacción por culpa del fatalismo. Por una creencia de que la ciencia avanza tan rápido y está tan influenciada por las presiones comerciales y políticas que nada de lo que hagamos va a suponer una diferencia.

La forma actual de compartir recursos y esfuerzos entre las distintas ciencias procede de una complicada tensión entre factores exógenos, y el equilibrio está lejos de ser óptimo. Es tal y como aparece tanto si lo juzgas en términos intelectuales puros como si tienes en cuenta el probable beneficio para la especie humana. Hay investigaciones que nacen ya en cabeza y obtienen una cantidad desproporcionada de recursos. Otras, como el estudio del entorno, de las energías renovables y la biodiversidad, merecen mucho más esfuerzo. Dentro de la medicina, por ejemplo, el foco está desproporcionadamente aplicado en la investigación cardiovascular y sobre el cáncer, problemas de los países prósperos, en lugar de en las infecciones epidémicas en los trópicos.

La elección sobre cómo la ciencia debe ser aplicada debería ser el resultado de un debate que vaya más allá de la comunidad científica. Es posible practicar más investigación y más desarrollo del que queremos o podemos pagarnos y hay aplicaciones de la ciencia que deberíamos deliberadamente descartar.

Incluso si todas las academias científicas del mundo se pusieran de acuerdo en que cierta investigación tiene demasiados inconvenientes, y todos los países al unísono impusieran una prohibición, ¿qué posibilidades hay de que fuera respetada? Dados los problemas para controlar el tráfico de drogas o los homicidios, es inviable esperar que cuando el genio salga de la botella, estaremos preparados contra un mal uso de la ciencia. Y en nuestro mundo cada vez más interconectado, las presiones comerciales son más difíciles de regular que nunca. Los desafíos y las dificultades de «controlar la ciencia» en este siglo van a ser abrumadores.

El cínico irá más lejos y dirá que cualquier cosa que sea científica y técnicamente posible acabará haciéndose, en algún momento, en alguna parte, a pesar de las objeciones prudenciales y éticas de cualquier régimen regulatorio. Tanto si esta idea es cierta como si es falsa, se trata de una increiblemente peligrosa, porque engendra un terrible pesimismo y desmotiva los esfuerzos para crear un mundo más justo y más seguro. El futuro está a mejor recaudo —y la ciencia tiene las mejores opciones de ser utilizada óptimamente— guiado por los esfuerzos de gente que no sea fatalista.

Foto de jgraham.

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1 comentarios:

  1. Anónimo dijo...

    Muy de acuerdo con todo el artículo. Los avances de la ciencia son un arma de doble filo, pero cierto es que si no hubieramos corrido el riesgo nos habríamos quedado encerrados en la prehistoria.

    Aún así, yo quiero pensar que estamos en un mundo que cada vez tiene más autocontrol, y que sabremos dar buen uso (en líneas generales) a los avances que vayan apareciendo.