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Pere Estupinya
Hace 4600 millones de años, restos de polvo y gas girando en un disco estelar alrededor del Sol empezaron a colapsarse hasta constituir un planeta que más tarde llamaríamos Tierra.
Esa gran masa derretida comenzó a enfriarse pero muy pronto, hace 4530 millones de años, un colosal impacto expulsó al exterior los materiales que a la postre formarían la Luna.
Mientras, la superficie de la Tierra primigenia se convirtió en un laboratorio químico prebiótico donde las diferentes moléculas químicas iban combinándose y haciéndose cada vez más complejas, hasta que en algún momento hace 4.000 millones de años aparecieron unas protocélulas constituidas por envoltorios lipídicos que daban cobijo a macromoléculas de ácidos nucleicos con capacidad de autoreplicarse.
Dichas cápsulas de previda podrían haberse creado y destruido en muchos lugares y sitios a la vez, o incluso llegado del espacio exterior a bordo de meteoritos; pero lo cierto es que fueron evolucionando hasta constituir los primeros microorganismos procariotas, con moléculas de ADN esparcidas por su interior junto a unos procesos metabólicos básicos que les permitían obtener energía de los compuestos químicos que atrapaban del medio exterior. Entre ellos, la glucosa.
La vida procariota continuó evolucionando, fusionándose, sofisticándose y haciendo todo tipo de experimentos intracelulares durante 1500 millones de años. Arqueas y bacterias se separaron, y a un tipo de estas últimas se les ocurrió inventar algo llamado fotosíntesis provocando uno de los eventos más trascendentales en la historia de la vida en la Tierra: las cianobacterias llenaron la atmósfera de oxígeno.
Se calcula que las primeras células eucariotas con núcleo y orgánulos bien definidos aparecieron hace 2.000 millones de años, y perfeccionaron una manera de compartir material genético que daría origen a una reproducción sexual que les permitiría evolucionar más rápidamente.
El mundo continuó siendo unicelular hasta hace poco más de mil millones de años. Entonces, la evolución dio un salto más inverosímil, revolucionario y único, que el propio origen de la vida: varios microorganismos aprendieron a trabajar en conjunto y terminaron renunciando a su identidad individual para convertirse en los primeros seres pluricelulares. Este hecho insólito y el fin de un períodos glacial facilitó la llegada de faunas como la de Ediacara hace 650 millones de años, formada por animales y plantas que no necesitaban moverse porque vivían en paz sin necesidad de depredarse los unos a los otros.
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Apuntes científicos desde el MIT. Ruego una lectura completa y cuidadosa de esta pequeña delicia. ¡Gracias Pere!